¿Sabías que… la famosa Capilla Gitana de La Modelo fue pintada en honor a un mercedario?

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Todas las cárceles guardan secretos y curiosidades. Una de ellas la esconde una de las prisiones que más se está hablando estos días. El cierre de La Modelo ha colocado a este histórico recinto de Barcelona en primera línea mediática y seguramente te puede sorprender saber que una de sus celdas que fue convertida en Capilla, la conocida «Capilla Gitana», fue en homenaje al mercedario Bienvenido Lahoz.

Esta virgen fue obra de Helios Gómez, un interno que pintó la virgen en agradecimiento a toda la labor realizada por el «maestro y testigo» padre Lahoz.

Una vida dedicada a la prisión 

En el año 1941 los mercedarios enviaron a la prisión a un hombre que iba a convertirse en otra institución, ganándose el respeto de los más encarnizados anticlaricales y su cariño. Nos referimos al Padre Bienvenido Lahoz, un hombre con alma de campesino, con un corazón como un castillo y una generosidad a prueba de ingratitudes y engaños.

La figura del padre Bienvenido Lahoz, cubierta su cabeza con la capucha blanca de su hábito mercedario, llegó a hacerse típica, no sólo en la Modelo sino también en numerosos comercios de Barcelona a los cuales acudía a pedir para «sus» presos. Sus deudas se convirtieron en antológicas, hasta el punto que la Orden le llamaron a capítulo más de una vez para reprocharle, no su caridad, sino su exceso de buena fe. Las obras que inició, con mejor o peor fortuna, a favor de los presos y de sus familias, permanecen como ejemplo de cristianismo vivo para las nuevas generaciones.

Llegó a la prisión cargado de ideas y de entusiasmo. Fue un hombre avanzado a sus tiempo, así lo demuestran iniciativas nunca vistas antes como cuando empezó a organizar unos cursillos entre los presos y confeccionó una lista de todos los que tenían título académico o una profesión liberal, para que cada uno expresara sus opiniones y sus dudas en materia religiosa.

Una vez jubilado como capellán en activo, siguió siendo amigo y confidente de todos cuantos acudían  al convento mercedario de Barcelona, en busca de consejo o de ayudas de muy diverso género. Su caridad no menguaba con los achaques e inoportunidades de la vejez. Mantuvo su lucidez intelectual hasta el final.

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