El aislamiento penitenciario, en cuestión

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  • La muerte de tres reclusos en cárceles catalanas en los últimos días, dos de ellos en el Departament Especial de Règim Tancat (DERT), resucita las dudas sobre un mecanismo tan cuestionado como necesario

  • La Generalitat se compromete a mejorar el tratamiento de los problemas de salud mental entre la población reclusa mientras entidades y sindicatos reclaman más profesionales e infraestructuras

 


[Artículo extraído parcialmente de La Vanguardia y elDiario.es]

 

El magnate John McAfee se quitó la vida en prisión el pasado 23 de junio. En dos semanas se han producido otros dos suicidios en centros penitenciarios catalanes de presos menos mediáticos: Mohamed murió tras incendiar su celda hace diez días, y Ana María Piedrahita se colgó de su celda de aislamiento este domingo. Esta escalada ha puesto en alerta a los centros penitenciarios y a la Generalitat, que se ha comprometido a mejorar el tratamiento y la detección de los problemas de salud mental entre la población reclusa.

Si, tres muertes, ocurridas en apenas diez días, han colocado a las cárceles catalanas en el punto de mira, en el centro de la diana están los llamados DERT (Departament Especial de Règim Tancat). Porque dos de los tres presos murieron en una celda de aislamiento, donde estaban encerrados como castigo por mal comportamiento.

 

«Son celdas diminutas, con una cama, una mesita y una estantería. Una puerta con un pequeño agujero, por donde entra la comida, siempre fría y mala. Algunos tienen derecho a salir una hora al día, otros dos. Están vigilados por cámaras. El preso es como un animal en una jaula de zoológico. Se pasa el día solo. Si esto no es incitar al suicidio…».

El testimonio de Gràcia Amo, de la asociación de Familias de Presos de Catalunya, es devastador. Su hijo, Eduard Laratta, murió en Brians 2 en octubre del 2016. Toxicómano, en agosto había estado en el DERT. Ahí, confinado, tuvo un episodio, se autolesionó y le pusieron contenciones mecánicas. «Le dije a la jefa médica de la cárcel que no permitiría que nunca más volvieran a encerrar a mi hijo ahí», cuenta Amo. «Eduard regresó al módulo 4, lo llaman El Pozo porque es el peor, con peleas cada día. Pedí que le sacaran y lo llevaron al 9. Es el módulo de toxicómanos, y claro, fue un error, porque había mucha más oferta de droga».

Murió, según el informe oficial, por «ingesta masiva de tóxicos». Benzodiacepinas. Ella está convencida de que se le podía haber salvado.

«Se abusa del aislamiento. Está pensado para cuando un sujeto es peligroso para sí mismo, para un compañero o para los trabajadores, pero esta peligrosidad no dura 14 días», lamenta un trabajador de un centro penitenciario —que ha preferido mantener su nombre en el anonimato—. «Conocí a una presa que había pasado nueve meses en el DERT de Brians y que al final hablaba sola. ¿Y por qué estaba ahí? Porque un día, con un grupo de presas, no cenaron en protesta por algo. Las acusaron de incitación al motín. Esa es otra, me gustaría ver cómo reaccionamos muchos de nosotros si te tratan así, a la más mínima señal que discutes algo te dicen: te ponemos aquí hasta que te calmes«, añade.

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Celda de aislamiento en el departamento de régimen de aislamiento de Brians 1 (Martorell) (Sònia Calvó)

El Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos (OSPDH), ligado a la Universidad de Barcelona, ha impulsado diversas iniciativas que han puesto los DERT en el punto de mira. En el 2017, una comisión del Parlamento investigó el uso que se hacía de estas áreas y acabó concluyendo que debían limitarse a las ocasiones estrictamente necesarias. Mohamed Choulli fue uno de los presos entrevistados.

También lo entrevistó al año siguiente una delegación internacional del Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa, cuyo informe de conclusiones debió sonrojar a los responsables de la administración penitenciaria y policial.

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Centro penitenciario de mujeres Wad-Ras

Denunciaron el «estado ruinoso» de ciertas áreas de la prisión de Wad-Ras, descubrió en un pasillo de una comisaría de los Mossos dos colchones con los que probablemente se hacía «el bocadillo» a los detenidos, es decir, se les torturaba; también detectó en el módulo de ingreso de Brians 1 una celda llamada «Zona libre de Font» (el entonces director), es decir, sin ley, y acabó advirtiendo que ciertas prácticas detectadas eran ilegales y serían perseguidas.

«Hoy, nuestra primera queja es que los medios de comunicación viven de espaldas a esta realidad y sólo se interesan cuando llegamos al límite», arranca en conversación telefónica el director del OSPDH, Iñaki Rivera.

«Hemos advertido contra la anomalía que suponen los DERT, que están en contra de todas las normas internacionales, que dicen que el aislamiento no puede superar los 14 días, pero la ley española es anterior, y está vigente».

«Pedimos la abolición -añade- porque son espacios que llevan a la gente al límite».

 

García recuerda una alternativa experimentada con éxito por la cárcel asturiana de Villabona, con los llamados «módulos de respeto«, en los que los presos participan de ciertas decisiones del gobierno penitenciario. «Los presos valoran la autonomía. Reduce los conflictos«.

No todo es blanco y negro, advierte un psicólogo de la prisión de Mas d’Enric. A veces, el aislamiento se convierte en un refugio. Un funcionario que trató con Ana María Piedrahita, por ejemplo, tiene la sensación de que la joven creaba conflictos expresamente para ir al DERT. A sus 19 años, en el módulo común estaba mezclada con presas de toda clase. Esta es una grave carencia que denuncian las organizaciones de derechos humanos. «El DERT parece una tortura, pero he trabajado en él tres años y, a veces, mi trabajo consistía en convencer a los internos para que salieran. Provocaban incidentes para seguir en primer grado», relata el psicólogo.

¿Se sienten más protegidos? «A veces sí. Otras veces, se acomodan y les resulta molesto compartir celda y baño. Y también es habitual que presuman de ello ante otros reclusos, porque a la mayoría les asusta. Cogen fama para luego abusar de los más débiles«.

La nueva consellera de Justicia, Lourdes Ciuró, ha valorado este lunes que «quizás» Ana no debería haber sido encerrada en prisión sino seguir un tratamiento psiquiátrico. En su primera comparecencia parlamentaria de la legislatura, Ciuró ha reconocido que la cárcel no es una excepción al incremento de los problemas ligados a la salud mental de la sociedad, que la pandemia ha incrementado, y ha abogado por intentar buscar soluciones junto a la Conselleria de Salud. Hasta el pasado mes de mayo, según las estadísticas oficiales, tres internos se habían suicidado en las cárceles catalanas después de que el año pasado se alcanzara la cifra récord de 11 suicidios. En el lustro anterior la cifra se había movido entre los siete y ocho anuales.

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Silvia Angulo / Toni Muñoz

En una entrevista en La Vanguardia, la misma consellera defiende que: «En prisión hay gente de perfiles muy distintos. Algunos han tenido mala suerte, pero también los hay con problemas graves de conducta. Y hay gente mala. Ese perfil existe y ni con todas las políticas del mundo podrán reinsertarse«. «¿Que la fórmula de aislamiento debería acabar? Totalmente de acuerdo. Pero ¿cómo lo hacemos? Pedir que se reduzca su uso y quedarse ahí es muy poco responsable. Los funcionarios deben tener recursos para hacer frente a una situación de crisis o agresividad extrema. También es verdad que esta Conselleria quiere dar más fuerza a la formación, que los funcionarios tengan una formación más holística», avanza Ciuró.

 

A falta de la concreción presupuestaria, Ciuró ha adelantado que la intención de su departamento es «hacer más» y revisar el programa de prevención de suicidios. Sí ha avanzado la consellera que promoverá un plan de ejecución de pena específico para la población penitenciaria joven y para las mujeres presas ante la «realidad muy diferente» que viven respecto a los internos hombres. «Todas las vidas tienen igual valor, sean o no conocidas«, ha concluido la consellera.

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