El cuarto voto de los mercedarios: “Daré mi vida por ti”

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[LA VANGUARDIA]

La orden de la Merced lleva inscrito el altruismo y el sacrificio en su ADN desde hace más de ocho siglos. Un cuarto voto distingue a los mercedarios de otras congregaciones religiosas. Además de las tradicionales promesas de pobreza, obediencia y castidad, ellos han añadido una más que lo dice todo: liberar a otras personas más débiles, aunque les cueste la vida. Solo así se entiende el apellido de esta comunidad…

La orden de la Merced y la Redención de los Cautivos nació en Barcelona en 1218 para la liberación de los cristianos presos de los musulmanes. La labor de los mercedarios alcanzó su apogeo entre los siglos XVI y XVII, junto a los trinitarios (los responsables de que hoy podamos disfrutar de El Quijote : ellos liberaron a Cervantes en Argel). Se calcula que al menos un millar de mercedarios murió para liberar a 60.000 personas a lo largo de la historia.

Pero la historia no ha acabado y esa cifra está incompleta. Ya no hay presos de religión (no al menos como Cervantes), aunque sí otro tipo de cautivos. La cárcel, la falta de recursos, la pobreza extrema… A estas personas consagra su existencia la Fundación Obra Mercedaria. Una de sus sedes está en la plaza Castella, en el corazón del Raval, en Barcelona. Por aquí aterrizan a menudo seres venidos de otros planetas.

Cervantes estuvo olvidado del mundo cinco años, hasta 1580. Argel era entonces el mayor nido de piratas del Mediterráneo. Seguramente cuando recuperó la libertad y regresó a España, no le costó adaptarse. La vida no había cambiado apenas. La Fundación Obra Mercedaria, sin embargo, atiende hoy a presos que han pasado más tiempo entre rejas que en libertad. “A su salida se sienten como si los hubieran soltado en Marte: no entienden nada”.

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El entrecomillado de Marte es de Auxi Sánchez, educadora social de una de las casas de acogida de la orden, la de Sant Feliu de Llobregat, en Barcelona. Ella y compañeras menos experimentadas y que comienzan a dar sus primeros pasos, como la psicóloga Laura García, conocen casos extremos. Presos de 40 o 60 años que han pasado media vida encerrados, cumpliendo condena, acumulando penas o entrando y saliendo.

Cuando recuperan definitivamente la libertad, nada es como era. Hasta las calles han cambiado. Ahora se pueden pagar compras con un reloj o con un teléfono móvil. De hecho, los teléfonos se usan casi para todo menos para hablar. Después de tanto tiempo en un lugar con pocos espacios abiertos e iluminación artificial, el bullicio de la ciudad de antes de la pandemia les causaba ansiedad, vértigos, desorientación…

Esas personas necesitan aprender a caminar. La fundación les facilita muletas. Su objetivo prioritario, pero no el único, son quienes no tienen red: sin familia, sin casa, sin trabajo. Además de en España, los mercedarios están presentes en El Salvador, Guatemala, Mozambique, Panamá y Venezuela. Allí han aprendido cuánta razón tenía Concepción Arenal cuando decía: “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”.

“La educación es la mayor y más efectiva manera de prevenir el delito”, dice Núria Ortín, directora de la Fundación Obra Mercedaria. Su eterna sonrisa es la mejor embajadora del proyecto, a pesar de la dureza de las situaciones que ve a diario. Núria aguarda para hablar con Betlem Roman, trabajadora social especializada en criminología y un puente entre la orden y las cárceles.

La espera se alarga porque Betlem tiene mucho trabajo hoy.  Siempre lo tiene. Mientras tanto, uno de los casi 900 voluntarios de la fundación, Enric Valls, sube y baja escaleras para ordenar las prendas del ropero. Porque esta casa también es un armario para personas sin recursos del Raval. Un armario y una despensa: el banco de alimentos de los mercedarios atiende cada mes a cien familias desfavorecidas del barrio.

Todo se hace sin proselitismo, sin reproches. El año pasado, 44.469 presos aprendieron así que una persona es mucho más que sus errores y que todos merecemos una segunda oportunidad. ¿Vale la pena? Que conteste Antonio, que gracias al cuarto voto logró rehacer su vida, fundar una familia y encontrar un empleo. Un día vino a ver a Betlem para decirle solo una cosa: “Gracias”.

Radiografía de la solidaridad

La orden de los mercedarios trabaja en el interior de prisiones, da refugio en casas de acogida y ayuda a ex-presos. También a familias sin recursos, refugiados, mujeres maltratadas, niños y jóvenes sin oportunidades, drogadictos y víctimas del tráfico de personas. Tiene escuelas, centros de formación y comedores sociales. Estas son algunas de sus cifras del 2019: 13 hogares de reinserción y acogida, 854 voluntarios,1.139 comidas diarias, 6.699 alumnos y 44.469 reclusos atendidos en España, América y África.

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